Aquí la segunda entrega de
“ Historias para no dormir “
Calles Y Penumbra
Pronto anochecería y las farolas ya comenzaban a alumbrar las lúgubres calles. Ella salió de su trabajo y dobló la calle en dirección a su casa.
No tardó mucho en percatarse que la seguían. Giró levemente la cabeza para ver de reojo a su acechador, pero sólo pudo distinguir una siniestra figura. Apretó el paso y buscó con desesperación una tienda vacía; pero a esas horas ya habían echado los cierres.
Su corazón empezó a caminar más a prisa que ella, y un hilo de ansiedad comenzó a subirle por la garganta. Los pasos de aquella persona se confundían con los suyos, y no podía juzgar si estaba lejos o a pocos pasos de ella. Pero, ¿A quién iba engañar? Lo notaba casi encima.
En su mente comenzaron a proyectarse las horrendas atrocidades que le podrían suceder en una calle deplorable como aquella. Miraba disimuladamente a los escaparates y veía a aquel siniestro gigante observándola.
En su mente comenzaron a proyectarse las horrendas atrocidades que le podrían suceder en una calle deplorable como aquella. Miraba disimuladamente a los escaparates y veía a aquel siniestro gigante observándola.
Aceleró la marcha, dejando que sus pies fueran al unísono que su corazón frenético.
Cuando vio la fachada de su casa comenzó a correr. Casi notaba aquel aliento ardoroso en su nuca y un invisible brazo apresándola. Y después de tantos años, volvió a rezar una plegaria.
Cuando estaba a escasos metros de su portal, se detuvo y estalló en carcajadas. El umbral de su puerta la puso a salvo creando un aro que él no podría atravesar jamás. Se rió, sintiéndose como una tonta, que tenía miedo hasta de su sombra.
Cuando vio la fachada de su casa comenzó a correr. Casi notaba aquel aliento ardoroso en su nuca y un invisible brazo apresándola. Y después de tantos años, volvió a rezar una plegaria.
Cuando estaba a escasos metros de su portal, se detuvo y estalló en carcajadas. El umbral de su puerta la puso a salvo creando un aro que él no podría atravesar jamás. Se rió, sintiéndose como una tonta, que tenía miedo hasta de su sombra.
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