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La Gramática del Amor







Tras el divorcio de sus padres, Irene es enviada a un internado del sur de Inglaterra al borde de un acantilado. Allí vivirá con gran dolor su primer desengaño amoroso, a la vez que ganará un inesperado mentor: Peter Hugues, el profesor más estricto de la escuela, se ofrece a enseñarle la «gramática del amor» a través de siete grandes novelas del género, desde Goethe y Jane Austen hasta García Márquez y Murakami. Irene se irá enamorando poco a poco de su profesor, mientras otro pretendiente misterioso aspira secretamente a su corazón.






Salta a la vista que la obra que tenemos ante nosotros llama la atención a primera vista. Como un flechazo, tanto la portada como el título de La Gramática del Amor, captan nuestra atención y fijan nuestra mirada hacia ella. Cabe añadir también que ese buen ver se mantiene en el interior de la obra, que tiene un aspecto agradable.

En sí, nos encontramos ante una lectura ágil y de lenguaje bien cuidado que provoca en el lector una cierta sensación de necesidad por continuar hasta que finalice la obra. En ningún momento se hace pesada ni tienes la sensación de bajón a lo largo de las casi trescientas páginas del libro.

La historia que envuelve La Gramática del Amor nos transporta hasta un lugar bien ambientado donde nos acompañarán distintos personajes bien dibujados a través de las palabras de la autora.
Lo que más me llamó la atención de la novela fue la originalidad con la cual se trata el tema del cual ya han hablado millones de libros: el amor. A través de ésta clase particular de gramática del amor, no sólo Irene conocerá los distintos tipos de amor que existen en el mundo. La protagonista, a lo largo de sus clases, aprenderá a distinguir sus sentimientos hacia las personas que le rodean, aparecen y desaparecen. Todo eso sin recaer en los tópicos y “pastelosamientos” del género romántico y entregándonos una obra completamente original.
Concluimos recomendando La Gramática del Amor a aquellos que buscan degustar una historia con dosis de romanticismo pero que no busquen recluirse en un mundo rosa y pegajoso como un chicle. 




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