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Entrevista a Inés MacPherson

Hace algunos años, a través de La Galera, conocimos a Lucía Morke. Pasado algún tiempo descubrimos que su autora actuaba en un local de la ciudad condal. Descubrimos que, a parte de novelista, es cuentista. Y tiene cuento para rato...
Hoy tenemos con nosotros a Inés MacPherson. Muchas gracias por atreverte a atendernos…

Hace ya algún tiempo, muchos te conocimos gracias a El secreto de Lucía Morke. Seguro que hay gente que no lo ha leído, ¿qué encontrarán los lectores en dicha obra?

¡Menuda manera de empezar! A ver… Por un lado, encontrarán un personaje enamorado de los libros, Lucía, con cierta preferencia por la literatura gótica y de terror. ¿Por qué esa preferencia? Porque me servía para hacer un juego que ya existe en el propio nombre de la protagonista. Lucía, luz, se contrapone a su apellido, Morke, que significa oscuridad. Todos tenemos luz y oscuridad; a todos nos puede gustar ver una película inquietante o adentrarnos en un relato de terror a lo Poe… Pero, ¿qué pasa cuando la oscuridad traspasa el papel y llama a tu puerta? Quería jugar con esa idea, con la línea que separa la realidad y la ficción de las leyendas urbanas... En definitiva, encontrarán una novela con amantes de libros, un toque romántico y un poco de oscuridad…  

Tu novela abrió un debate que puede resultar bastante interesante: qué tienen de real las leyendas urbanas. ¿Qué nos comentarías al respecto?

Buena pregunta. Como narradora de cuentos, después de leer y escuchar cientos de historias, uno descubre que siempre hay algunos paralelismos, algunos elementos que se repiten o que se encuentran en diferentes culturas. Los cuentos populares tienen un sustrato de realidad que se ha perdido con el tiempo, pero, por ejemplo, hay quien dice que Hansel y Gretel se creó en una época en la que había mucha hambruna y había quien abandonaba a los niños porque no podía alimentarlos. Pasa algo similar con El flautista de Hamelín: hay quien dice que se basa en una época en que hubo una gran peste (de ahí las ratas). ¿Qué hay de realidad en esa base histórica? Nunca lo sabremos. 
Algo similar pasa con las leyendas urbanas. Es posible que algunas estén basadas en hechos reales, pero otras muchas sirvan precisamente para lo mismo que los cuentos populares: como enseñanza, como aprendizaje, como advertencia. Si a Caperucita le advierten que no se entretenga en el bosque por si el lobo se la come, a nosotros, en la actualidad, nos advierten que vayamos con cuidado con lo que hacemos si nos quedamos solos en un coche en medio de las montañas, porque quizás nos ataque un psicópata. Es la misma historia, pero con toques modernos. ¿Real? El miedo es siempre real. Cada tiempo y cada cultura le pone un nombre diferente, pero el peligro siempre existe y ese tipo de historias sirven para advertirnos de él. 

Un pajarito nos cuenta que, además de escribir, también trabajas entre bastidores literarios. Lo que vendría a ser el trabajo que necesita un libro y que nadie ve… ¿Cómo es ese trabajo?

Es un trabajo increíble. Por un lado, te permite leer un montón de libros, que es un sueño para cualquier adicto a la literatura. También te enseña a descubrir lo que a veces puede fallar en una historia, y eso, a la larga, también te ayuda a ti como escritor, porque aprendes con cada libro que trabajas, no solo con los que escribes. 

En los últimos tiempos, sin embargo, te podemos ver más activa como cuenta cuentos. ¿Qué tiene de especial narrar historias en vivo que no te aporte el hecho de escribirlas simplemente?

La narración oral tiene algo mágico que no lo tiene escribir ante una pantalla del ordenador. Sí, es cierto que los autores ahora pueden interactuar de forma mucho más directa y viva con sus lectores, haciendo que el trabajo no sea tan solitario. Pero la verdad es que, al escribir, estás creando, en solitario, un universo para los demás. Cuando narras una historia, la estás dibujando con tus palabras, con tus gestos, y lo haces delante de las personas que han venido a escucharte. En ese momento se crea un vínculo muy especial. Por supuesto, tener una sala llena de gente que te escucha es una manera increíble de engordar el ego. Pero no se trata de eso. Se trata de observar la gente que está allí (a diferencia del teatro, cuando cuentas cuentos miras directamente a las personas que te escuchan), y captar si estás transmitiendo lo que querías o no. Es inmediato, y es extraordinario. Cuando tú vives la historia que narras, los que te escuchan, también la viven. Y es algo que, como narradora, al menos para mí, no tiene precio. 

Por otra parte, comprobamos que te centras en actuar (como cuentacuentos) en Barcelona, tu ciudad. ¿Cabría la posibilidad de hacerlo en otras ciudades?

Lo cierto es que nunca ha sido algo que haya hecho de forma consciente. Empecé a contar cuentos en un bar de Barcelona, L’Astrolabi, porque conocía a la gente que lo llevaba y decidí probar. Y allí me quedé, porque hay espacios que tienen alma y ese es uno de ellos. Pero algunas veces he narrado en otras ciudades, como Castelldefels, Mataró, Sant Cugat… Para poder ir a contar a otras ciudades más apartadas, hay que organizarse mejor el tiempo, y a veces compaginar eso con el trabajo es un poco más difícil. Pero me encantaría poder narrar en otros sitios. Existe un circuito de narración oral por toda España, muy rico y muy activo, y solo que por poder escuchar a otros narradores, vale la pena viajar. 

¿Prefieres narrar historias escritas por ti o de otros?

Narrar historias escritas por uno mismo tiene una ventaja, y es que el universo que dibujas es tuyo desde el principio, lo has creado tú y puedes sentir una mayor libertad para moverte por la historia. Eso sí, hay también un punto añadido de inseguridad, ya que no solo debes conseguir transmitir la historia, sino que esa historia, que es tuya, llegue a la gente. Es como cuando escribes una novela o un cuento y esperas que sea bien recibida… pero de una forma más inmediata.
Personalmente, me gusta narrar tanto las creadas por mí como por otros, aunque si narras historias ajenas tienes más variedad donde escoger. Me decanto por el cuento literario, el de autor (cuentos de Benedetti, de Quim Monzó, Pere Calders, Boris Vian, Slawomir Mrozek y muchos otros), porque de esa manera, al narrar, puedo intentar transmitir no solo lo contado, sino la forma en que está contado. No es lo mismo narrar un cuento de Galeano que uno de Monzó o Boris Vian. Requiere adueñarse del léxico, del lenguaje, de su forma de expresarse, para poder comunicar a los demás todo lo que se encierra en la palabra escrita. 

Al igual que otros autores, tú también tienes tu propio blog: Encuentos y Desencuentos. ¿Qué encontraremos en dicho espacio?

Encuentosydesencuentos es un blog donde básicamente se encuentran comentarios sobre películas y libros, aunque a veces hay algún mini artículo sobre librerías, actualidad editorial y otros temas.

Los escritores son una raza que nunca descansa, ¿estás trabajando actualmente en algún proyecto?

Estoy trabajando en una novela actualmente… Estoy intentando escribir una historia con algún toque de oscuridad para lectores de entre 8 y 10 años… y he descubierto que no es tan fácil como cabría imaginar. Cuando explicas cuentos a niños, descubres que son mucho más exigentes que los adultos, y lo mismo pasa con lo que escribes. Hay que tener en cuenta que, aunque sean niños, son mucho más listos de lo que muchos adultos creen, y exigen mucho más. Siempre es un reto… y un placer. 

¿Cómo ves el estado de salud de la literatura en nuestro país?

Depende del día, porque, además, trabajo entre bastidores, como decíais, y eso hace que puedas verlo con otros ojos. Lo que puedo decir es que los libros son una ventana al mundo, una forma de comprender, de descubrir, de soñar… y mientras respetemos al libro y no lo tratemos simplemente como un producto o un mero número en una lista, la cosa seguirá marchando. Mejor o peor, pero seguirá marchando.
Se habla mucho del cierre de librerías, de las grandes editoriales que absorben a las pequeñas… Pero se siguen abriendo librerías que apuestan por la literatura, por la calidad y por ofrecer un servicio personal, directo y con una agenda cultural de actividades increíble. Y, además, siguen apareciendo nuevas editoriales, pequeñitas pero resistentes, que hacen un trabajo impresionante, como Males Herbes, Libros del Asteroide o Impedimenta. 
Mientras nosotros no matemos al libro, él sobrevivirá, por mucho que los gobiernos insistan en despreciarlo a él y a la cultura. 

¿Cuál es el último libro que has leído? ¿Y el próximo que cogerás de la estantería?

Bueno, me paso el día leyendo, así que… Pero a nivel personal, el último que he leído es Benjamín, de Federico Axat. Llevaba tiempo esperando en mi estantería y tenía muchas ganas de descubrir su primera novela tras haberme enamorado de su universo literario en El pantano de las mariposas (Destino). 
¿El próximo que cogeré? Tengo tantos que me miran con ojitos, que no sabría cuál decirte, pero probablemente me vaya a por todo un clásico, El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov. 

¿Nos escribirías un microrrelato con las siguientes palabras? (leyenda, espíritu, secreto, gato)

Puedo intentarlo, aunque lo de ser escueta no es mi fuerte…

«Todas las paredes guardan secretos. Y la Casa Roja no era una excepción. Corría el rumor que el espíritu del hijo de los barones la habitaba. Muchos niños del barrio decían haber visto una sombra los días de luna llena, deambulando por el piso de arriba, donde estaba la habitación del niño. Pero Nicolás no creía en aquellas leyendas. Los espíritus no existían. Por eso, un día, él y su gato, Sombra, decidieron entrar en la casa. 
El polvo cubría los muebles y el suelo, donde quedaban las pisadas de Nicolás y su acompañante. A cada paso, la casa se quejaba ante aquel intruso que no debía estar allí. Las paredes vibraban, las arañas que pendían de sus telas se balanceaban, intentando advertir al muchacho, que ahora subía al piso de arriba, en busca del hijo de los barones. 
Pero de nada sirvieron sus advertencias, ni las de Sombra, que maullaba desde las escaleras. El gato lo sabía. Siempre lo había sabido, porque podía ver la silueta del fantasma que se ocultaba en la oscuridad. Pero por desgracia para Nicolás, él no sabía interpretar el lenguaje de los gatos, y acabó formando parte de otra de las figuras rojas que decoraban las paredes de la Casa Roja».

No se si hay algo que quieras comentar y no te hayamos preguntado, si quieres mandar un saludo a los lectores, decir lo bonicos que somos,… ¡es tu momento!

¡Si ya lo sabéis que sois muy bonicos! Pero si necesitáis que os lo diga otra vez… Siempre es un placer piropear el trabajo ajeno, y más cuando tiene que ver con la literatura. Fomentar la lectura, compartir la pasión por los libros, es una gran alegría, y se nota que lo hacéis con ganas. Además, siempre es un placer leer y un honor ser preguntada… y leída.

Muchas gracias una vez más por atendernos y esperamos que volvamos a vernos muy pronto. ¡Un fuerte abrazo!

Y devolvemos la conexión a los estudios centrales.... ¡Pi-pi-piiip!

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